martes, 15 de junio de 2010

SANTIAGO






Me quedo mirando a la puerta, aparecerá Uli de nuevo por el control? La gente me mira con una sonrisa cariñosa en los labios. Allí plantado, mis pantalones marrones con multitud de bolsillos, las botas sucias después de 360km, a pesar de haberme afeitado y peinado, la estampa de peregrino no me la puedo quitar y todo el mundo que me ve sabe que estoy despidiendo a alguien que he conocido en el Camino. La gente de Santiago está acostumbrado a esta imagen y sin embargo siguen mirándola con dulzura.

Uli no volverá a aparecer. Se ha ido. Me encuentro perdido, no sé qué hacer. Un amigo de Madrid que me encuentro en el aeropuerto me baja a la realidad. Le explico que hago allí.

Una de nuestras series favoritas cuando éramos pequeños, Verano azul, terminaba con el protagonista montado un taxi que se iba tras despedirse de sus amigos, de fondo el dúo dinámico entonaba el final del verano. A Santiago, lo más cerca que me puedas dejar de la catedral, en la plaza del Obradoiro mismo si tu quieres. De acuerdo. Me quedo en silencio, el taxi comienza el camino de vuelta. El mismo que he recorrido hace una hora con Uli ahora ya solo. No miro hacia atrás, en silencio llegaré a Santiago.

En el taxi no paro de pensar, tendría que haber insistido más? Evitado que se fuera? No lo sé, no creo. Desde que salí de Sahagún todo el mundo me ha contado historias de gente que se ha enamorado en el camino, Jesús en Villar de Mazarife, Pilar nos dijo que nos enamoraríamos, Lola en Rabanal me contó la historia de sus amigos que se enamoraron al reencontrarse en Finisterre. Será ese mi caso? Estaré confundiendo las experiencias del camino, la amistad profunda con el amor? Ahora mismo no voy a encontrar respuestas. Son las 5 de la tarde me acerco a Santiago.

Llego a la catedral, Gita me espera en las escaleras hablando con un grupo de polacas que ha conocido en la última semana. Hablan todas en ruso que aprendieron de pequeñas en la escuela. Al verme me sonríe y le dice a su amiga que ella confiaba en mi, que sabía que volvería a por ella y a la hora. Cuando me lo dice, me llena de orgullo que no dudase de mi.

Qué hacemos? Lo que quieras, yo aún no he visitado al apóstol pero quiero hacerlo sin gente, la cola continúa, ya no es tan grande como la de esta mañana pero sigue habiendo una espera de 25 minutos. Había decidido esta mañana que iría a ver al apóstol cuando supiese porqué había hecho el Camino, cuándo sintiese Santiago. Muchos peregrinos me han comentado durante estas dos semanas que lo más bonito es cuando llegas a la plaza del Obradoiro, yo sin embargo estoy experimentando otras sensaciones diferentes, sobre todo con la gente.

Vamos a dar una vuelta y ver tiendas y después nos tomamos un café? Me dice Gita, vale, qué quieres comprar? Nada, solo ver cosas. Yo necesito un cargador para el teléfono, el mío se rompió hace 3 días. Después paseamos por las calles antiguas que rodean al palacio Fonseca, hoy biblioteca de la universidad. En una de ellas hay puestecillos donde se para Gita para mirar cosas. Tras este paseo nos sentamos a tomar un café, yo aprovecho para cargar en el bar el móvil.

Es curioso cómo nos entendemos Gita y yo, ella a duras penas habla inglés, yo no hablo alemán y mucho menos lituano o ruso, y sin embargo nos entendemos. Estaremos 3 horas juntos sin Uli, sin nuestro comodín, y hablaremos de muchas cosas. Despacio, en inglés, con frases cortas, ayudados por las manos, con las expresiones de las caras. Y nos entendemos.

Hablaremos de todo, Gita me explica que lleva un mes fuera de casa, sin su marido, sin sus hijos, los ha echado de menos pero no se arrepiente. Me dice que necesitaba un parón en su vida para tomar aliento, para ver las cosas con perspectiva, para que su marido valorase lo que ella hace trabajando y cuidando de la familia. Se le nota muy contenta, ella habla y no para. Yo la miro. Uli y tu estáis libres, ahora no sabeis si esto es el camino o es amor. Ella se mueve las manos sobre la cabeza, tu sabes, el camino, el arcoiris, los pájaros, me entiendes? Yo me río, sí Gita, sí. Ahora mismo no hay que tomar decisiones, aquí todo se magnifica, llegas a no saber qué es real y qué no, a pensar que no hay mañana, que vas a estar en el Camino para siempre, que nunca volverás a casa. Qué vas a hacer ahora? No sé, tengo que estar en Madrid pasado mañana, me gustaría seguir hasta Finisterre pero no puedo.

Pasa el tiempo y seguimos hablando. Solo estuve un día con Gita en León y hoy me despido del Camino con ella. Me invita a Salzburgo en verano donde ella veranea todos los años pues su marido es de allí, se sonríe y me dice que podemos quedar con Uli y vernos allí los 3. Los dos sabemos que es muy difícil, no creo que volvamos a vernos pero seguimos hablando del verano, hacemos planes. Cojo el teléfono y tengo una llamada de Kristin que me espera en la catedral, en la fuente, los alemanes se han ido al hostal y ella quiere entrar a ver al apóstol conmigo. Gita me dice que ella se va a ir pronto, está en un albergue polaco que hay en el monte del gozo a 5 kilómetros de Santiago y tiene que ir andando.

Cuando llegamos a la plaza, Kristin ya no está esperando. Las presento, hablan en alemán, no entiendo nada pero ahora es Kristin la que me va traduciendo al inglés. Andamos a la plaza trasera, donde está la puerta de la gloria, ya no hay cola. En la puerta vacía nos espera un policia nacional de guardia al que saludamos. Solos en la plaza empiezo a darme cuenta de que mi camino ahora sí se termina, Uli se ha ido, Gita está ya despidiéndose de Kristin, se da la vuelta y nos abrazamos. Hablamos, escríbeme, mándame las fotos, sí, no te preocupes, nos vemos este verano seguimos repitiendo. Nos volvemos a abrazar y ahora ya no podemos evitarlo, nos echamos a llorar desconsoladamente. El policía de la puerta nos mira sorprendido. Kristin, no sabe qué hacer, al final nos abraza a los dos, y nos da ánimos. Pienso en quién este mirando la escena desde fuera. 3 peregrinos se despiden en la puerta de la gloria y lloran como niños.

Al final nos separamos, Gita se tiene que ir, son las 8y15, la puerta se cierra a las 8y30 aunque dentro se puede estar hasta las 9. Otro abrazo, un último llanto. Me limpio las lágrimas en la camiseta blanca de esta mañana. Mi amiga se va subiendo las escaleras de la plaza, la veo alejarse. Me doy la vuelta-

El policía me mira sorprendido. Tras 15 días andando, tras multitud de experiencias vividas, de gente conocida, de momentos de soledad disfrutada, me dirijo a abrazar el apóstol. Todo empieza a tener sentido. Gita me ha dejado llorando. Me he despedido de todos mis amigos, solo me queda Kristin que me mira sorprendida, con ternura.

Entramos en la catedral admirando las cristaleras, las capillas, los dos solos, nadie más, subimos las escaleras que nos llevan al apóstol, allí nos paramos, no hay que darse prisa. Rezo en silencio y doy las gracias por haberme llamado a hacer el Camino, y pido por todos los amigos que me han acompañado en este tiempo. Me acuerdo de todos, me han sorprendido con su cariño con sus correos, sus mensajes, sus llamadas, sus comentarios, no puedo olvidarme de nadie. He pensado mucho cómo sería este momento y ahora que estoy aquí lo disfruto. Abrazo al apóstol. Las escaleras que se suben, te dejan detrás del apóstol que preside el altar mayor, lo abrazas por detrás. Estoy 5, 10, 15 segundos, podría estar así media hora. Piensas mucho, rezas, das las gracias. Intento tranquilizarme. Kristin abraza al apóstol cuando yo me retiro, echamos a andar. Me paro, sigue sin venir nadie. Solos nosotros dos, vuelvo sobre mis pasos. Miro la capilla donde me encuentro, todo en ella me sobrecoge, vuelvo a abrazar al apóstol y a agradecer este camino.

Kristin me mira con los ojos cristalinos al final de la escalera, seguimos andando hacia la cripta que está debajo del altar donde se encuentra el sepulcro de Santiago tras una verja plateada. La estancia es pequeña, sencilla pero de una belleza indescriptible, transmite serenidad. Kristin se detiene a ver el sepulcro, me espera fuera, me sitúo en esquina y rezo. Así estaré 15 minutos que ahora sí compartiré con los peregrinos más rezagados. Doy las gracias y pido por todos, Pedro, Esperanza, Andrés, Jaime, Dani, Rocio, Patricia, Cristina, por mi familia, por mis amigos. No dejo de llorar y no soy el único.

Salgo de la catedral, Kristin me espera sonriente, y ahora? Le doy las gracias, mi Camino ha sido muy bonito y el broche final mucho mejor de lo que me esperaba. Ella me da las gracias por acompañarla a ver al apóstol. Aún no son las 9 cuando cierran la oficina del peregrina, ahora ya puedo recoger mi Compostela. Con la credencial en el bolsillo nos dirigimos hacia allí.

Hace casi un mes que fui a la calle Carretas a recoger mi credencial, por mucho que en ese momento me hubiese esforzado en dibujar cómo sería mi camino, no habría podido imaginar todo lo que me ha pasado después. Antes de empezar cuando hablas con la gente que ya ha hecho el Camino, todos te cuentan mil historias, se les llena la cara de alegría, se les va la mirada a los recuerdos, y casi todos en algún momento te acaban diciendo que lo mejor es que lo hagas, que no se puede explicar, que hay que vivirlo.

LLegamos a la oficina, vacía, los empleados que allí reciben ya están cansados después de un día de ajetreo, casi se diría que se sorprenden de que todavía llegue algún peregrino a estas horas. Muestro mi credencial, relleno una ficha, nombre, nacionalidad, donde empecé, motivo por el cual realizas el camino, la chiquilla que me atiende revisa los sellos, Biforcos acabado en s, no? Sí, por favor, cumplimenta la compostela y me la da. Bajo las escaleras de la oficina. Dos ciclistas acaban de llegar, atan sus bicicletas y se cruzan con nosotros en la escalera, sus credenciales selladas en la mano.

Al salir el sol empieza a caer sobre Santiago, el cielo azul brillante todo el día se va oscureciendo pero la temperatura es agradable y aun hay mucha gente sentada en las terrazas de los bares. En la plaza de Fonseca, hay 3 abiertos con dos plantas y gentes de pie en las ventanas de la segunda planta charlando animadamente y tomando una copa. Algunos son estudiantes, otros peregrinos y otros gente de la ciudad. Nos sentamos al lado de una ventana vestidos aún con nuestros pantalones sucios, las botas manchadas, las camisetas de deporte. En el bar, aún nos encontramos a otro peregrino solo que ha llegado hoy a Santiago y que charlará un rato con nosotros.

Después seguiremos hablando los dos durante tres horas, nos contaremos nuestra vida de casa, nos tomaremos una copa, nos da pena haber llegado a Santiago y por otro lado la alegría es inmensa. Kristin, Heike y Philip siguen hasta Finisterre, yo no puedo aunque por un momento dejo volar la imaginación y me veo llegando al mar y quemando mis cosas en una hoguera con mis amigos.

A la mañana siguiente nos levantaremos sobre las 9, haré la mochila, y saldremos a desayunar, charlaremos despreocupados, como si esa mañana no fuera la última. Heike aprovecha para hablar en español conmigo, tienes que venir a Stuttgart a vernos, les prometo que sí. Compramos chucherías, unas gafas de sol, postales.

Sobre la una y media me acompañan a la estación, el tren sale a las 2 camino de Madrid, todo se acaba. En la estación muchos peregrinos, Heike coge mi palo y me promete que lo llevará hasta Finisterre y que lo quemará. Quédate y lo llevas tu, ojalá les digo, me lo pienso, anuncian el tren por la megafonía. No puede ser, mañana tengo que estar en casa.

Un último abrazo entre los 3. Apenas se llora en esta despedida, el día de ayer nos dejó cansados a todos. Me piden que vaya a verlas, les digo que sí, y les pido que lleven mi palo hasta Finisterre por mi.

LLega el tren, subo al vagón y me quedo en la puerta despidiéndome hasta que se cierra. Rumbo a Madrid. Mi camino de Madrid se ha terminado.

jueves, 10 de junio de 2010

Arca - SANTIAGO






A las 5 de la mañana mi grupo y algunos otros peregrinos, empiezan a levantarse. Le dije a Kristin que me dejase dormir hasta las 5y30. Ayer dejé prácticamente hecha la mochila y hoy me asearé rápido. No duermo, escucho a los demás desperezarse mientras me quedo tumbado en la litera.

Las sensaciones se agolpan en mi cabeza, hace apenas dos semanas llegaba a Sahagún sin saber realmente a lo que me enfrentaba, me gustaría el Camino?Conocería a gente? Tendría algún problema para dormir? Me perdería? Multitud de preguntas que ahora ya tienen respuesta. Hoy, cuando apenas me quedan 20 Kilómetros para llegar a Santiago, tengo tantos recuerdos, tantas experiencias vividas, que no sé en cual detenerme al mirar hacia atrás. No siento pena, es una mezcla de alegría por los momentos vividos y añoranza de la gente que no volveré a ver, pero dentro de mi tengo la sensación de que el recuerdo del Camino permanecerá inalterable, como si el tiempo en mi memoria se hubiese detenido para estos 15 días.

La alegría gana a cualquier otro pensamiento salvo a uno, volvería a Sahagún otra vez, empezaría de nuevo, pero no a vivir cosas nuevas, repetiría otra vez todo lo hecho. Ayer, cuando estábamos llegando a Arco Heike sacó el tema, y se acordó de la película de Bill Murray, Atrapado en el tiempo, donde vive una y otra vez el día de la marmota. Nos pusimos todos a cantar la canción que suena en su despertador cada mañana y nos dijimos que ojalá nos pasara lo mismo, todos los días nos levantásemos en el camino.

Ya son las 5y30, Kristin se acerca a mi cama y me mueve, yo ya estoy despierto y le sonrío, "morning", venga despierta que nos vamos. Hoy como si de un alemán más se tratara, voy a empezar a andar a las 6, el primer y único día de todo el camino. Quiero llegar a Santiago con tiempo de ir a la misa del peregrino que es a las 12 en la catedral. Por un momento me acuerdo de las veces que nos levantaba mi madre cuando éramos pequeños, 5 minutos más mamá, 5 minutos! Los 5 minutos se convertían en 10, en 15, y mi madre acababa vistiéndonos a Dani y a mi de pié en la cama, medio dormidos aún. Hoy no, hoy salto de la cama, cojo las cosas de aseo, ropa limpia y me voy al baño. Cuando llego me sorprendo al verme afeitado delante del espejo, quién es este me pregunto! Me aseo, me peino, recojo el saco y hago la mochila. La primera vez que guardé el saco en Sahagún fue un número, hoy casi podría hacerlo con los ojos cerrados.

Abajo ya están preparados el grupo de alemanes, Philip, Christian, Elisabeta y su inseparable Juan, Heike y Kristin, o casi. A cada uno le queda el último retoque, un poco de vaselina, cerrar la mochila, atarse los cordones. Son las 6 y empiezo mi gira fotográfica diaria por el último albergue, los cuartos, la terraza, las escaleras, la entrada, la fachada de fuera. Una sensación extraña recorre, ahora sí, mi cuerpo, esto se acaba Alvarito.

En la calle, el silencio y la oscuridad absoluta, solo roto por nuestras charlas y el frontal que Heike se coloca y enciende para poder ver el camino. Echamos a andar, como todos los días, salvo que este no es un día cualquiera, es el último. Hoy después de 20 Kilómetros, unas 4 horas y media estaremos entrando en las calles de Santiago. Qué alegría, qué pena.

El camino a la salida de arco rápidamente se adentra en el mismo bosque que traíamos ayer, el grupo se estira, delante de Christian y Philip, detrás nosotros tres, con la luz de Heike, vamos más despacio, no queremos llegar, empezamos a bromear con la posibilidad de quedarnos en el albergue de Monto de Gozo apenas a 4,5 Kilómetros de Santiago. Vamos en silencio, mirando a nuestra alrededor, como queriendo aprovechar nuestro último andar sin querer perder detalle. El camino se llena de árboles que forman un túnel por donde empieza a verse cada vez más peregrinos.

De pronto, a lo lejos, un claro, son casi las 7 y el sol empieza a salir, se mezclan los colores sobre un prado verde inmenso. Todos nos paramos a hacer fotos y a saludar por última vez a los peregrinos, hay caras nuevas, gente que no hemos visto nunca en el camino.

Van pasando los puntos kilométricos cada vez más rápidos. Otros días, sobre todo al final de las jornadas, cuando ya cansado solo querías que llegase el albergue, el pueblo donde descansar, los hitos de 500 metros se sucedían con una parsimonia desesperante, pero hoy no, hoy avanzan muy deprisa, 17,5Km, 17km, 16,5km...hoy que no queremos que corran, ellos no dejan de avanzar.

Un poco antes de las 8 nos paramos a desayunar en un bar con hostal que hay en el camino. Para mi sorpresa mis nuevas amigas se piden napolitanas con chocolate, pero ellas las llaman cruasan con chocolate, les explico que no, que son napolitanas. Me dicen que las han probado en España y que les encantan. Yo, como no podía ser de otra manera, me acuerdo de Uli y Gita, dónde estarán ahora? Habrán llegado a Santiago? Se habrán vuelto a casa y ya no las veré más? Está claro que los productores de napolitanas tienen un mercado por explorar en la zona austro-germana, yo sin embargo me mantengo fiel a mi cola-cao con tostadas.

Terminamos y seguimos adelante, hemos quedado todos en el monumento a Juan Pablo II en Monte de gozo. Al poco de seguir a caminar, nos adelanta Giuseppe. Va con su amigo y nos regala su sonrisa y su canto del Nesun dorma, hoy acompañado de la voz de tenor del otro italiano que francamente mejora mucho la actuación. Kristin y Heike se tiran encima de él como dos niñas pequeñas que juegan con el tío que acaba de llegar a casa. Van más rápido que nosotros que hoy nos estamos tomando el andar con mucha tranquilidad, disfrutando cada paso, cada árbol, cada recoveco del camino.

Se acerca Santiago, pasamos por el aeropuerto. Al lado una valla llena de cruces, igual que la vimos Uli y yo en los últimos kilómetros antes de llegar a Rabanal del camino. Esta es más pequeña y comienza al lado de un monolito grande que junto a un Bordón y una concha pone en grande Santiago.

Sobre las 9y30 llegaremos a Monto de Gozo, ahí nos agrupamos con Philip, Christian, Elisabeta y Juan. Hay una iglesia pequeña donde entro a rezar, hoy como todos los días al inicio de la jornada he rezado empezando con la intención de Tina, con más fervor si cabe que otros días, hoy es el último día.

Entro en la iglesia, y me siento, solo somos dos o tres peregrinos, pero el ambiente es muy acogedor, entrañable. Rezo y pido por todos los que me han acompañado en este viaje, físicamente en el camino y desde casa con sus mensajes, leyéndome, llamándome.
Salgo y en la puerta donde la gente está sellando la credencial, me encuentro con Carlos y Pascual los amigos de Josefa, los saludo cariñosamente y les pregunto por ella, se retrasó hace dos días, estaba muy cansada, le dolían los pies, y se quedó un día a mitad de etapa con Vicentet, no la hemos vuelto a ver. Qué pena les digo, no pasa nada, así es el camino pero seguro que ella está bien. "People come and people go" me acuerdo de nuevo de mis amigas, cuánto hubiese dado por haber podido entrar en Santiago con ellas.

Me despido de Carlos que ya han terminado el descanso y empiezan a caminar, pienso para mi que seguro que Josefa se ha quedado atrás adrede para descansar y caminar más tranquila.

Al fondo el monumento que domina todo el valle en honor de Juan Pablo II, todos los peregrinos subimos la pequeña colina para ver y leer los 4 momentos de la visita del Papa que recoge en su base cuadrada la enorme mole. Nos hacemos fotos unos a otros, llegan los 4 españoles que he conocido la noche anterior y me hacen una foto y yo a ellos, charlamos un rato.

Al bajar mis amigos se han sentado en el pequeño quiosco que está junto a la iglesia, botellas de agua y poco más. Yo me pido una palmera de chocolate. Solo quedan 4 kilómetros para Santiago y son las 9y30 de la mañana.

Apenas 200metros más abajo el albergue inmenso, dependiendo de la guía que leas te hablan de 500 camas, otros de 700, en el centro un jardín inmenso al lado de los cuales se distribuyen los barracones. Al pasar por delante, comento, nos quedamos hoy aquí y ya llegaremos mañana a Santiago? Yo no quiero llegar! Philip y Christian me miran sorprendidos, cómo que no quieres llegar? No me comprenden, Kristin y Heike se lo piensan y me empujan cariñosamente para seguir adelante.

El camino ya es muy fácil, Santiago está al final de una bajada, casi 3 kilómetros antes se ve perfectamente toda la ciudad desde lo alto de la colina que hemos ido bajando tras pasar Monte de Gozo.

Ya no hay vuelta atrás, son las 10y30 cuando empezamos a cruzar el puente sobre la carretera que entra en Santiago. Nos paramos junto a la señal de Santiago y nos hacemos fotos. Pensaba que no sería capaz de explicar al entrar en la ciudad si estaba contento o no, ahora no tengo dudas, una inmensa felicidad nos llena a todos, no dejamos de hacer bromas y sonreír. Finalmente hemos llegado.

Paramos a una pareja para que nos hagan una foto. Cuando me doy cuenta, son los amigos de Maryusa, al fondo todo el grupo de americanos gritan alegres Álvaro, álvaro has llegado el lunes! Nos hacemos fotos y saludamos, el padre Luke va vestido de sacerdote para poder concelebrar en la misa del peregrino. Justo a la salida del puente hay un bar donde nos paramos, allí también están esperándonos Philip y Christian. Al llegar Michel y Maryusa saludan a Philip a quien también han conocido anteriormente. Como me había pasado con Giuseppe me sorprendo al ver que al final todos nos conocemos unos a otros. Hemos sido una comunidad andante de unas 200 personas que hemos coincidido en quince días y en un intervalo de 25 kilómetros.

Ellos aún no han desayunado, así que se quedan en el bar, nosotros seguimos adelante porque Teo ha reservado un hostal cerca de la catedral y vamos a ir a dejar las mochilas y refrescarnos antes de ir a misa. Empezamos a andar y de pronto oímos de nuevo a Giuseppe que acaba de entrar en Santiago apenas unos metros detrás nuestro. No nos da tiempo a hablar con él pues se funde en un abrazo con su hermana que junto a un grupo de italianos está haciendo los últimos kilómetros y ha venido a esperarlo a la puerta de la ciudad.

Desde que cruzas el puente hasta que llegas a la plaza del Obradoiro hay un buen paseo andando, cerca de media hora. Vamos cruzándonos con muchos peregrinos que van llegando, nos miramos, saludamos y sonreímos. Los últimos metros los hago solo, voy más lento y se adelantan Kristin y Heike. Quiero disfrutar de los últimos momentos, voy rezando, dando las gracias por esta maravillosa experiencia, por la gente que he conocido.

Cuando veo las torres de la catedral me encuentro con los alemanes que van al hostal, en la catedral no se puede entrar con mochila así que la van a dejar en los cuartos. Los sigo, estoy nervioso pero no por llegar, sino porque no sé cómo reaccionaré cuando esté ante el Apóstol.

Dejamos las mochilas en los cuartos, aprovecho para cambiarme de ropa, asearme un poco y peinarme. Aunque pierda la pinta de peregrino no quiero entrar en la catedral sucio. Llegamos por plaza de atrás, la cola para entrar por el pórtico de la gloria es muy larga, en ella se mezclan turistas y peregrinos. Los alemanes se entretienen en un bar y yo me despido, les digo que quiero ir a misa. Esos momentos quiero disfrutarlos solo, saborearlos con mis tiempos y sin tener que seguir o hacer lo que quiera el grupo.

Entro en la catedral por una puerta lateral apenas 5 minutos antes de la misa. La catedral es preciosa, el altar mayor, magnífico, preside toda la escena, en el centro la imagen del Apóstol Santiago recoge la atención y las miradas de todos los que esperamos que de comienzo la celebración, peregrinos, fieles y turistas que simplemente se acercan a la misa. Veo en un lateral a todo el grupo de americanos y me pongo con ellos, al lado de Maryusa.

Salen todos los sacerdotes por la nave lateral para ocupar su sitio en el altar mayor, van encabezados por el arzobispo de Santiago que va a oficiar la misa. Sacerdotes venidos de todas partes, Colombia, Italia, Francia, Polonia, Estados Unidos, diversas zonas de España dan a la celebración un aire multicultural muy en línea con lo vivido en el Camino.

La ceremonia termina con la tradición del Botafumeiro. Al concluir y antes de la bendición, parte de la muchedumbre rompe en un sonoro aplauso que desentona con el lugar en el que nos encontramos y el ambiente. La misa del peregrino se ha masificado, pierde un poco de significado, no sé si quizá debería hacerse una celebración donde solo pudieran entrar peregrinos con credencial. A lo largo de toda la celebración no ha dejado de entrar gente, y el murmullo de los turistas al admirar la catedral rompía el silencio.

Al terminar y mientras se va vaciando la catedral, me quedo solo sentado en un banco rezando. Detrás del grupo de americanos. Los alemanes ya han salido, le he dicho a Kristin que después me uniré a ellos.

Me quedo reflexionando, aún no he ido a dar el abrazo al apóstol ni a recoger la Compostela a la oficina del peregrino. He decidido que quiero hacerlo con tranquilidad, sin colas y cuando haya reflexionado qué significa llegar a Santiago. Salgo de la catedral con los americanos, ellos van a ir de compras y a comer, yo no sé qué hacer cuando escucho un grito Alvaro, es mi amigo Tim sentado en una terraza con otros alemanes, hace 4 días que no lo veía, desde Sarria y me alegro mucho de poder despedirme de él. Nos hacemos una foto juntos y nos damos un abrazo. Congratulations. Los extranjeros te saludan así al verte en Santiago.

A lo lejos en la plaza, veo a los holandeses, Simon me agita la mano para llamar mi atención y me acerco a la carrera a su mesa, me fundo en un abrazo con ellos. Sin esperarlo, la llegada a Santiago se está convirtiendo en una ceremonia de reencuentros con todos los que he compartido el camino, los americanos, giuseppe, Tim, los holandeses, Pacual y Carlos, están casi todos. Charlo un rato con Simon y le digo que voy a comer, me dicen que van a seguir por aqui y que nos vemos después.

Me vuelvo a donde está Maryusa y sus amigos decidiendo dónde comer. Álvaro, Álvaro, una voz conocido y llena de alegría me llama. Busco quién me llama, quién es, dónde está? En las escaleras de la entrada lateral por donde hemos entrado en la catedral, enfrente de la fuente está sentada Gita que agita sus brazos mientras se levanta para venir corriendo hacia mi. Al verla mi corazón salta de alegría, Gita! Es ella y lo mejor está Uli.

Nos abrazamos, apenas he estado con ella unas horas pero verla es como si hubiese visto a una amiga de toda la vida. Los ojos se me iluminan, mientras la aprieto que parece que la voy a ahogar. Pero qué haces aquí, no te ibas hoy? No, no, mañana por la mañana. Qué alegría, qué alegría, como te he echado de menos, qué tal tu camino? Muy bien, muy bien, el tuyo? bien, bien estuve con Uli hasta el martes después ella se fue porque se iba ayer a Austria. No, no yo he estado con ella.

Gita y yo nos entendemos como podemos, por señales, palabras sueltas en inglés, con la cara. Así que no estoy seguro de lo que me quiere decir, qué has estado con Uli? Dónde? cuándo? Aquí en Santiago, ella viene ahora, ha ido a comprarse unos zapatos y un vestido. Qué? Uli está aquí? claro, si te ha mandado un sms para ver dónde estabas, no tengo bateria, no tengo teléfono. Qué alegría Gita, qué ganas de verte!

De pronto, la gente parece dispersarse de la plaza de la fuente, estamos sentados en los últimos escalones, desde donde se divisa toda la zona. Un traje naranja sale de detrás de unos soportales, no puede ser, es ella, Uli viene hacia nosotros. Con su andar despreocupado, el pelo suelto y unas bolsas en la mano. Al verme se sonríe y me levanta la mano. No sé qué hacer, bajar los escalones, quedarme al lado de Gita. Al final echo a correr y llego a su altura en el último escalón.

Me la quedo mirando, hola, hola me dice y me sonríe. Te he echado de menos, y yo. El cuerpo me tiembla no sé que hacer, no he tocado a Uli desde que nos conocemos pero ahora tengo ganas de abrazarla. La aprieto contra mi y ella también me abraza, la beso en la mejilla. Te he echado de menos, y yo. Gita se nos une y sonríe. Qué tal tu camino me pregunta, mientras no nos soltamos, mi camino? Ahora perfecto, Tu eres mi Camino le digo mientras Gita se ríe.

Nos sentamos los 3 y charlamos, al final se va a casa hoy a las 5 de la tarde y Gita mañana a las 9 de la mañana. Nos quedan dos horas, vamos a comer los 3? El grupo de americanos ya se ha ido y mis amigas y yo vamos a comer a una terraza donde hay más peregrinos. Pasamos por su hotel donde le pregunto el tiempo que tarda en llamar a un taxi y el que se tarda en llegar l aeropuerto.

Nos sentamos en la terraza, pido tapas que les gustan y dos jarras de sangría para celebrarlo. Hablamos los 3 sin parar, volvemos a nuestra frase de León, Uli please para que nos traduzca a Gita y a mi lo que decimos. Le explico a Uli, delante de Gita, que la he echado de menos, que no se vaya, que no sé lo que siento, pero que no puede irse, que he sido feliz en el camino, que he conocido mucha gente, pero que ella es mi Camino, que no puede irse a las 5. De verdad me dice ella? pero porque me lo dices ahora? por qué ahora? y yo qué sé Uli, tu me hablabas de tus cosas y yo no quería liarte más, pero ahora, al verte, lo tengo claro, no te vayas, quedate hasta mañana. Álvaro no puede ser, me tengo que ir, sabes que me tengo que ir. Gita nos mira con cariño, como si lo supiese desde la primera noche que nos vimos en León, ella lo supo entonces entonces, nosotros hemos tardado dos semanas. Y ahora además lo perdemos.

Son las 4 y Uli se tiene que ir, de pronto miro a Gita y le pregunto si le importa quedarse sola, le digo que me voy al aeropuerto con Uli que la veo a ella a las 5 en la catedral. Gita, que ya se ha bebido 3 vasos de sangría y va un poco mareada nos dice que claro, que sin problemas. Uli me mira asustada, qué haces, me voy contigo al aeropuerto, a ver si te convenzo para que te quedes. Álvaro me tengo que ir, no puedo quedarme. Compramos otro billete para mañana. Álvaro no puede ser.

Gita se queda en la terraza, le pido un café. LLegamos al hotel y llamamos un taxi. En la puerta mientras Uli va a por su mochila, me cruzo con Heike y Kristin que me están buscando, les digo lo que me ha pasado y que las busco después, también aparece Simon y su amigo, se despiden de Uli y me dan su correo mientras metemos la mochila en el taxi.

En el viaje al taxi, no paro de hablar, es la primera vez que no me importa tener que hablar en ingles con Uli, el taxista no se entera de nada y las cosas que tengo que decir parecen menos personales en un idioma que no es el tuyo. No te vayas, qué date conmigo, ya te dejé marchar una vez, no quiero repetir el mismo error. Pero por qué ahora Álvaro, porque ya no quiero perderte, antes te escuchaba hablar de tus palabras y me parecía egoista entrometerme ahora me da todo igual, quiero hacerlo. Álvaro me tengo que ir, Uli si llegas a Austria y te das cuenta de que soy yo, me llamas y estoy allí al día siguiente, al día siguiente. Me mira con cariño, con dulzura, ella siempre ha sido más racional que yo y este momento no iba a ser distinto.

En la facturación, la encargada tiene problemas con la impresora, me pide disculpas, yo le digo no pasa nada, no tengo prisa, como si no sale el vuelo, yo no quiero que se vaya; me mira y me dice seguro que ella tampoco quiere irse, no lo tengas tan claro, vosotras sois distintas. En ese momento, las mujeres de la fila, que está ya toda pendiente de nuestra despedida, empieza a apoyarla a ella y a decirle que no me deje decir eso, les digo que no no entiende y me piden que se lo traduzca, que seguro que ella no quiere irse. Uli que no entiende el español, sabe perfectamente lo que está pasando, cuando empiezo a traducírselo, ella termina mis frases.

Hemos visto esta imagen en multitud de películas, y ahora somos nosotros los protagonistas, le hablo de Family Man de Nicolas Cage, de Antes del amanecer, le digo que se quede, que nos de una oportunidad, que no tiene que irse, me abraza y me besa. Nos quedamos así 10 minutos, la gente de la cola pasa a nuestro lado en el control de pasaportes y nos mira con cariño.

Uli, no te vayas, he conocido mucha gente, lo he pasado muy bien, pero desde que te fuiste te he echado de menos, tu eres mi Camino, ahora me doy cuenta, no quiero perderte por segunda vez, le susurro al oído. Ella no dice nada, me abraza más fuerte. Sabe que se tiene que ir, no ha visto la película de Family Man y se la cuento, quédate por favor. Álvaro me tengo que ir, cántame por última vez. Te lo dije cantando, te lo dije de fente, volverías conmigo, volverías porque no quieres perderme. Ella echa a llorar, yo no quiero. No te vayas, le repito, sabes que me tengo que ir. Volveré si es lo que tengo que hacer.

Uli se despide, cruza el control sin dejar de mirarme. Se me va, se marcha. No sé qué sentir, los sentimientos se confunden, es amor, es el camino? Ella recoge su bolso del control y me mira por última vez, me lanza un beso, se queda quieta mirándome, echo a llorar, otro beso y se pierde en los pasillos del aeropuerto.

(Continuará...)

martes, 8 de junio de 2010

Ribadiso - Arca do Pino






Los alemanes no se han levantado tan pronto como habían dicho, al cerrar la puerta del barracón dónde están las dos habitaciones me despierto. Son las 7 largas, ya es buena hora para empezar el día. Hoy he dormido del tirón, me dejé la calefacción puesta y no he pasado frío. Me voy al baño para asearme, a la vuelta hago la mochila, aireo la habitación y salgo al albergue.

Un día más, soy el último en empezar a caminar. Hago fotos del río, del puente, de las habitaciones; cada día desde que salí de Sahagún hago las mismas fotos antes de iniciar la jornada. Con el albergue vacío, medio a oscuras, primero el cuarto donde he dormido, después alguna zona común, y finalmente la fachada y los alrededores.

Al final he pensado que no quiero llegar hoy a Santiago, así que me pararé en Lavacolla como me comentó Christian anoche. El primer pueblo grande que atravesaré será Arzúa. Llego pronto, sobre las 8y30 de la mañana, como no cené anoche tengo hambre. En la calle principal por donde va el Camino de Santiago hay varios bares que están empezando a abrir, veo uno donde una pareja de ciclistas y 4 peregrinos están ya desayunando, entro en el bar, cojo la prensa y me siento en una esquina a desayunar.

Después de analizar la querencia por las napolitanas de chocolate de Uli y Gita me doy cuenta que mi dieta tampoco ofrece muchas variables, me he pasado 15 días a base de bocatas, coca-colas, y en los desayunos cola-cao y muchas tostadas. Hoy para no desentonar, me tomo 3 platos de tostadas, al segundo la señora del bar me mira extrañada pero su cara no soy capaz de describirla cuando me levanto a la media hora de estar en el bar y le pido mi tercer plato de tostadas.

En este tiempo, mientras desayuno, me leo la prensa, y aprovecho que hay cobertura para subir un post. Esta semana he tenido problemas con internet y llevo algunos días de retraso contando mi experiencia en el Camino. Cada día voy escribiendo la jornada pero muchas veces no he podido subir la entrada.

Me doy cuenta de que estoy relajado, no quiero terminar de desayunar, no quiero seguir andando, cada kilómetro que ande me acerca a Santiago, al final de mi Camino y no quiero que eso ocurra.

Al final sobre las 9y30, tras pagar y despedirme echo a andar. Desde que dejé León, cada vez es menos la gente la que te desea Buen Camino, solo las personas mayores, y la cuando lo hacen dicen a menudo Buen Viaje en lugar de la frase que repetidamente he venido escuchando todos estos días.

Sigo las flechas amarillas por las calles de Arzúa para salir del pueblo y entrar en el bosque por donde continúa el Camino. Antes de salir, veo a una chica que se está cambiando los zapatos por las sandalias, le duelen los pies. Al acercarme me doy cuenta que es una de las alemanas que he visto en los últimos días con Philip y Crhistian. Cuando llego a su altura, me paro, la saludo y le pregunto por sus pies y por cómo terminó el día anterior. Me mira sorprendida, cómo sabe que he tenido problemas, parece decir su cara, es que esta noche he compartido habitación con tus amigos y me dijeron que vosotras dos estabais cansadas y os habíais quedado atrás. Sí, sí, ayer me dolían mucho los pies y mi amiga Heike y yo nos paramos antes me dice Kristin.

Cuando termina de abrocharse las sandalias, y como si nos conociésemos de toda la vida, echamos a andar. De nuevo, como me ha venido ocurriendo todo el camino, decidimos ir juntos sin preguntarnos nada. Me ha ocurrido muchas veces a lo largo del camino, pero aún no deja de sorprenderme, hay gente con la que, sin saber porqué, empiezas a caminar y a charlar.

Salimos del pueblo, y empezamos a andar por un camino dentro del bosque completamente rodeado de árboles que se echan encima de nosotros, creando la sensación de un túnel verde alargado por donde los rayos del sol intentan meterse.

Kristin va caminando con dificultad pero a buen ritmo, demasiado rápido para mi que quiero retrasar cuanto sea posible el avance y no llegar nunca a Santiago. Nos vamos presentando, al principio, cuestiones laborales, ella es de Stutgart y se dedica como free-lance a la formación de comerciales de cosméticos. Una vez pasada la fase de presentación abordamos temas impensables en el inicio de cualquier amistad, los motivos para hacer el camino, la búsqueda de un cambio en la vida que dejamos cuando venimos en busca del apóstol, eres religioso? católico? tienes pareja? Me encanta el campo, yo soy más de ciudad, todo el día metida en el coche atrevesando alemania y ahora caminar en el campo me gusta mucho.

Su amiga Heike que va más lenta, empezó en Roncesvalles, y tras hablar con ella estando en alemania decidió unirse y conocer qué era eso del camino, así que se le unió en El Burgo Ranero hace dos semanas. Kristin y Heike forman parte de esa comunidad con la que he convidido desde Sahagún en un intervalo de 25 kilómetros, me suena la cara de Kristin por lo que he debido coincidir en alguna de las paradas que he hecho durante las jornadas pero nunca me he parado a hablar con ella ni he coincidido en el albergue.

En estas estamos cuando a lo lejos veo una pareja de hombres, a los que nos vamos acercando. Me suenan mucho, pero no estoy seguro hasta llegar a su altura! Hola! Cuánto tiempo, le grito a mi amigo albañil de Alicante, Sevilla! me responde con una sonrisa que le llena la cara! No nos vemos desde el final de mi primer día, desde que llegué al Burgo Ranero, y me invito a una copa de vino en el bar de Julieta y Teófilo. Cómo ha ido el camino? Muy bien, muy bien, ahora más tranquilo que vienen a recogernos el miércoles a Santiago las mujeres y podemos andar 15 Kilómetros solo cada día. Y de dinero? Bien, bien, mi hijo me mandó un giro. Me alegro de haberte vuelto a ver. Me voy con la alemana que va más rápido. Sigue, sigue que ella es más guapa que nosotros. Un abrazo Sevilla! y me dedica una sonrisa para cerrar nuestra amistad de dos semanas.

Kristin ha observado la escena desde la distancia, cada uno en el camino va conociendo gente y saludándola cuando la vemos me dice, sí yo a ellos no los veía desde hace dos semanas! Desde mi primer día! Qué alegría me he llevado, al menos he tenido la oportunidad de despedirme de ellos, de mucha de la gente que he conocido no tendré esa posibilidad. Sevilla, me ha llamado porque yo nací allí le explico, ah sí a mi a veces los alemanes también me llaman Stuttgart. Como no es capaz de aprenderse mi nombre, decide que ella también me va a llamar Sevilla.

Seguimos andando hasta que sobre las 12 vemos un bar en claro del camino junto a un grupo de casas donde nos paramos a descansar. Ella tiene hambre y quiere un café, yo solo mi dosis de coca-cola del día, con las tostadas estoy lleno y no quiero comer nada. Mientras apuramos nuestras bebidas, aparecen dos amigas de Kristin, Karen que yo creo que es su amiga por la que ha venido al camino y Heike. Se unen en nuestro desayuno y me preguntan de dónde soy, cuando he empezado, cómo voy. Heike saca un libro del camino con preguntas en español y alemán relativas al camino y me empieza a preguntar cómo se pronuncian algunas palabras. Karen se refresca pronto y sigue andando sola.

Al cuarto de hora, nos levantamos los 3, Kristin intenta ponerse las botas que lleva anudadas en la mochila pero le hacen daño en los pies, así que decide seguir con las sandalias. Vamos andando los 3, Kristin se pone a canturrear una canción " Swing low, Sweet chariot" , qué cantas? te la sabes' claro, esa canción la cantaba yo en el coro de la universidad y los 3 nos ponemos a cantar el Swing Low a voz en grito por el bosque que nos va llevando a Salceda. Pasamos por un chalet que sus propietarios han convertido en bar- Hostal y Kristin dice en español que quiere una cerveza? Heike y yo la miramos sorprendidos, una cerveza? ahora pero si no es la una aún! El baño nos dice en inglés, ah servicio! sí, me he confundido de palabra es que suenan igual. Ese pequeño desliz fonético nos servirá para reírnos de ella el resto de la jornada.

Continuamos caminando los 3 solos, cruzándonos con peregrinos que nos vamos deseando Buen camino, y con algunos alemanes que hablan con ellas. Mi pie hoy no me está dando problemas, pero no he conseguido arreglar la mochila y cada vez me cuesta más caminar con todo el peso sobre un único hombre. Por lo visto alrededor de un señor mayor Teo, alemán que ha hecho el camino varias veces, se ha juntado un grupo de alemanes que aunque caminan solos cuando coinciden en los pueblos quedan todos a cenar e intentan ir siempre al mismo albergue. Kristin lleva la misma guía que Uli, y cuando se acercan las dos lo mira para saber en qué pueblo parar. A estas alturas del día, yo ya he decidido que no voy a llegar a Lavacolla y que me pararé donde digan mis nuevas amigas que seguro que es antes y así aparte de estar de nuevo acompañado, retraso mi llegada a Santiago.

Hay un albergue en Santa Irene, y dos en Arca, el libro amarillo dice que el de Santa Irene tiene el bar más cercano a un kilómetro y que no merece la pena, así que nos decantamos por Arca, además Heike llama a Teo que le dice que están todos en el albergue porta de Santiago y que si quiere les intenta reservar cama, le piden tres, una más para mí. Cuando llegamos al pueblo de Ra a escasos 3 kilómetros de Arco nos paramos en un bar a descansar.

La jornada de hoy está siendo muy relajada con muchas paradas y con solo 20 kilómetros de recorrido total, después de las jornadas que hice tras dejar a Uli y a los americanos que siempre superaban los 30 kilómetros, hoy me esta sentando muy bien hacer tan poca distancia y con tantas paradas. Nos sentamos en la terraza a tomarnos algo y nos traen unas tapas de montaditos de lomo que están muy buenos, el restaurante tiene una cocina donde se ve cómo hacen la carne y el olor que impregna todo el sitio invita a comer. Nos quedamos aquí y ya llegamos más tarde al albergue? Por un momento dudamos, pero al final decidimos que seguimos adelante. Justo antes de partir Kristin me pide que le deje la mochila que va a intentar arreglarla, saca una navaja y ante mi cara de asombro empieza a rajar la parte de tela. Después mete la tira que se rompió el viernes por el agujero y la anuda. Cuando me la pongo ha quedado perfecta, aguanta el peso perfectamente y a mi me parece hasta que es más ligera. Es cierto que esta mañana he tirado algo de ropa y de cosas del neceser que ya no iba a necesitar. Agradezco a mi amiga que me haya arreglado la mochila, una pena que no la conociese ayer.

Echamos de nuevo a andar, Arco está solo a 3 kilómetros, al final de una bajada muy larga con lo que no nos importa tener que seguir caminando. Retomamos, las canciones a Kristin le gusta Eternal Flame de The bangles, le comento que esa canción es de nuestros primer veranos en Inglaterra cuando éramos pequeños, del año 88, que junto con la de Glen Medeiros de Nothing is gonna change my love for you es lo primero que bailábamos agarrados en la discoteca de Inglaterra. De nuevo los 3 nos arrancamos por eternal flame, al terminar me piden que cante algo en español, y yo me decanto como no podía ser menos por la cancion de Alejandro Fernández, la canción del camino. Ella ya no está, pero al cantarla me acuerdo de Uli, esa canción es de Uli.

Después seguimos cantando canciones en inglés y me piden otra en español. El bosque se va cerrando y tiene un poco de eco que ayuda al cantar, me animo con el mundo de Jimmy Fontana y cuando termino unas señoras que iban delante nuestra y que lo han escuchado todo no paran de aplaudirnos y pedirnos más canciones. Les traduzco a mis amigas lo que dice el grupo de españolas y todos nos reímos.

Llegamos a Arco sobre las 3y30 de la tarde, no estamos cansados, y al menos yo, contento de esta nueva amistad que me ha traído el camino. Kristin es la más locuela de las dos y con Heike me río mucho por el sentido del humor que tiene.

Llegamos al albergue, por el camino nos hemos cruzado con Philip y Christian que están comiendo en una terraza ya duchados. Nos recibe en la puerta Teo, ya lo he visto en otras ciudades, la última en Melide en la iglesia de la plaza mayor. Lo saludamos y vemos al hospitalero. El albergue es privado y tiene muy buena pinta, una habitación abajo con unas 40 camas y otra arriba de unas 60, enfrente una terraza con una zona verde, duchas y lavadoras y secadoras.

El hospitalero es muy agradable y tras registrarnos y pedirnos el dni y el pasaporte nos enseña donde están nuestras camas en la habitación de encima. Kristin y Heike comparte litera y yo me cojo la de arriba que está enfrente de ellas. Me comentan que van a poner una lavadora que si quiero darles algo de ropa, casi todo lo tengo limpio pero les digo que les doy la ropa que llevo hoy y así tengo limpio para el segundo día en Santiago.

Hoy me afeito en la ducha, no quiero llegar a mi encuentro con el apóstol con aspecto zarrapastroso, otra palabra que nos dedicaba mi madre cuando íbamos hechos un desastre. El pelo me lo corté antes de ssalir de Madrid, por lo que peinado no tiene mal aspecto, y ahora afeitado pierdo mucho de la pinta de peregrino.
Tras ducharnos me voy a comer con kristin y Heike, se nos une su amiga Elisabeta, también alemana de unos cincuentaytantos que se ha hecho muy amigo de Juan, un español de su edad que hace el camino solo. Ellas me dicen que no van a comer que la hora que es, casi las 5, ya se esperan a cenar a las 6-7. Yo les digo que nuestros horarios son diferentes, y que yo prefiero comer ahora y cenar más tarde. Me acompañan pero solo beben.

Cuando hemos terminado, nos pasamos al bar de al lado dónde están todos los alemanes tomándose una chupito. Sobre las 6 nos volvemos al albergue, a esa hora tenemos "cita" con la lavadora, la gente ha dejado la ropa en barreños guardando el puesto en la cola y sobre las 6 nos toca a nosotros. Tras poner la lavadora, nos quedamos fuera tomando el sol charlando con el resto de grupo de peregrinos. Hoy hay dos parejas de españoles jóvenes que no he visto nunca y que por como traen los pies deben haber empezado hace muchas jornadas. Qué extraño que no los haya visto antes! Los saludo y charlo un poco con ellos.

A las 7 hay misa en la iglesia del pueblo, les digo a mis nuevas amigas si vienen conmigo, pero declinan la invitación. Están ya pensando más en la cena. Kristin me ha reconocido esta mañana que ella no tiene ninguna motivación religiosa y que de hecho la primera vez que ha ido a misa fue hace unos días junto con un grupo de peregrinos. Cuando llego a la iglesia está llena, no solo de peregrinos, sino de gente del pueblo también.

Al terminar me vuelvo al albergue, está casi vacío, todo el mundo debe haberse ido a cenar. Aprovecho y me siento en un sofá para escribir el post del día. Cuando llevo escribiendo un buen rato, suben las escaleras corriendo Kristin y Heike que vienen a ver cómo está nuestra ropa que la han dejado en la secadora, les digo que no se preocupen que yo la recojo cuando termine y la pongo encima de nuestras literas. Se van y me dicen que cuando termine de escribir me una a ellos en la cena.

Sobre las 9 he terminado, recojo la ropa y la pongo en un barreño al lado de la cama de Heike. Salgo del albergue y cruzo a la acera de enfrente donde hay 4 bares seguidos llenos de peregrinos cenando. Veo al grupo de alemanes en el último. Me dirijo hacía ellos, cuando veo de pronto a Giuseppe cenando con su amigo que finalmente pudo llegar a Sarria y comenzar por su cuenta. Vinceroooo me canta mientras terminan de cenar, Giuseppe le grito yo! Me cuenta que su amigo al final se le unió ayer y que van a seguir juntos hasta Finisterre. Están en el albergue del principio del pueblo y como todos van a madrugar mañana para ir a misa del peregrino. En la mesa de enfrente veo a la pareja de holendeses, Simon con su tez colorada por el sol del camino y el pelo blanco marfil, Mathew más joven lleva la cabeza rasurada y va siempre protegido por un sombrero de paja.

Me despido de Giuseppe y su amigo y me siento a charlar con mi amigo Simon. Él no habla muy bien inglés y las conversaciones que hemos tenido, sobre toda la más larga limpiando ropa en Cacabelos, fue muy despacio, buscando cuidadosamente cada palabra,me da pena porque me hubiese gustado tener más relación con él. Me recibe como siempre con un apretón de manos y una sonrisa que deja ver una gran caja blanca de dientes. Me comentan que no quieren llegar a Santiago, ya somos dos, están tristes, aunque Mathew lo ha pasado mal con dolores en la pierna izquierda no quiere llegar tampoco. Es la contradicción del Camino de Santiago, allí estamos los 3 sentados charlando, a gusto, con una mezcla de alegría y de tristeza, sabiendo que encuentros como este mañana por la tarde se habrán terminado. Así andamos un buen rato hasta que al final nos despedimos hasta mañana, seguro que nos vemos caminando hacia Santiago.

Me dirijo a la mesa de los alemanes, donde Giuseppe se ha detenido a hablar con Kristin y Philip a los que también conoce. La comunidad que somos todos, nos vamos conociendo unos a otros sin saber quienes hemos hablado antes con quien. Tras despedirse, los alemanes pagan y al poco de llegar yo nos volvemos al albergue, al pasar por la mesa de Simon, éstos se están levantando y me acompañan hasta la puerta. Allí nos volvemos a despedir hasta mañana.

Heike echa toda la ropa del barreño encima de su cama, y todos vamos cogiendo lo que es nuestro, incluido Elisabeta que también había metido ropa en nuestra lavadora comunitaria. Es más tarde de las 10, con lo que los primeros peregrinos empiezan a meterse ya en la cama, incluidos muchos de los alemanes, entre ellos Christian y Philip. Mañana nos levantaremos todos a las 5 para salir sobre las 6 y recorrer los últimos 20 kilómetros hacia Santiago. Queremos llegar antes de las 12 para asegurarnos que estamos en la misa del peregrino.

Me despido de mis amigos y me salgo al patio fuera, Kristin se viene conmigo. Al salir nos encontramos con los 4 españoles que están terminando de charlar. Nos despiden y se van a dormir. El hospitalero se da una vuelta revisando que está todo en orden. Nos explica que las luces se apagan solas a las 11, pero que nos podemos quedar fuera en el patio todo el tiempo que queramos con cuidado de no hablar muy alto.

Estamos solos Kristin y yo, nos hemos conocido hace apenas 12 horas y ya hablamos como si fuéramos amigos desde hace mucho tiempo. Hablamos de los sentimientos encontrados del camino, de querer llegar a Santiago o no, me pide que los acompañe a Finisterre hacia donde ellos van a seguir andando tras la jornada de mañana, de lo bien que nos lo hemos pasado estos días, de la cantidad de gente que hemos conocido y mentalmente repaso a toda la gente con la que he estado y con los que me gustaría entrar mañana en la plaza del Obradoiro de Santiago.

Charlamos durante una media hora, la noche se va enfríando y ya hay que irse a la cama. Me da pena, cuando me levante mañana será para empezar la última jornada, será para terminar el Camino. Es una mezcla de sensaciones, no es como el final de unas vacaciones donde te da pena que se acabe, aquí la alegría por ver al apóstol, por abrazarlo es tan fuerte que compensa y supera la pena por saber que todas estas amistades, que toda esta experiencia está llegando a su fin.

Cuando nos vamos a ir aparece una peregrina inglesa, mayor que nosotros, de cerca de 60 años, que se pone a hablar de política europea, inglesa, de Cameron, de Thatcher. La verdad es que no nos apetece hablar con ella ahora de esto, creemos que está un poco bebida, me pregunta que donde he aprendido inglés y le digo que en Margate. Se ríe y me dice que pronuncio muy bien, yo me pongo muy contento. De pronto se despide deprisa y sale corriendo hacia el cuarto baño.

Nos quedamos solos en la terraza Kristin y yo, ya es tarde hay que irse a dormir que mañana nos levantamos pronto. Con sigilo entramos en la habitación, los ronquidos golpean el techo. Hoy me da igual, no creo que vaya a ser capaz de dormir, los pensamientos golpean mi cabeza. Me acuerdo de todos, de Benja, de Gita, de los americanos, de Gianluigi, de Uli, dónde estará Uli me pregunto y que habrá hecho todos estos días sin mi.

domingo, 6 de junio de 2010

Ligonde - Ribadiso






Me despierto cuando se va el matrimonio irlandés a las 7 de la mañana. Recojo la ropa que tengo desperdigada por encima de las mesas de la cocina para que no cogiesen la humedad de la noche. La hospitalera no ha venido aún por lo que estoy solo en el albergue, me ducho tranquilamente y hago la mochila. Anoche guardé un poco del bocadillo de tortilla de la cena y hoy va a ser mi desayuno.

Sobre las 8 me pongo en marcha, quiero hacer entre 30 y 40 Kilómetros hoy para para dejar solo unos 40-45 hasta Santiago y poder llegar tranquilamente la mañana del lunes antes de las 12 y acudir a la misa del peregrino. Voy solo, cruzo por delante del albergue de Eirexe apenas he comenzado a andar pero no voy a ningún peregrino conmigo. El primer pueblo grande que aparece es Palas de Rei, como voy a mi ritmo he hecho los cerca de 10 kilómetros en menos de 2 horas y media. El pie me sigue doliendo pero cuando se calienta es más llevadero.

Hoy no me apetece parar a hablar con nadie, es de mis últimos días y lo utilizo para pensar un poco y rezar como cada mañana, el primer ave maría por la intención de Tina, después por todos los amigos y familiares que me acompañan en mi Camino. No hay problema porque apenas me cruzo con nadie, además no me suena la cara de los peregrinos que veo, supongo que será a que ya se mezclan los que han empezado ayer a hacer los últimos 100 kilómetros.

Casi dejando Palas de Rei, entro en la iglesia románica que hay a rezar un poco, los peregrinos sellan su credencial pero yo no quiero hacerlo aquí, me he planteado llegar antes de las 3 a Melide a comer pulpo que me lo recomendó Cristina hace una semana.

A la salir y como ya son más las de 10 aprovecho para llamar a toda la gente que tengo un poco abandonada después de casi dos semanas de Camino. Al final llamo a María para que me recomiende un sitio de Melide donde comer, habla con su padre y me dicen que vea el pueblo y que no me preocupe dónde coma que todos los sitios son buenos.

Sigo andando, el paisaje es muy bonito, verde, aprovecho para pensar sobre todas las cosas que me han pasado, en cierto sentido esto se acaba y ahora toca hacer un poco de resumen. Santiago se acerca, creo que no tengo ganas de llegar, estoy andando desde hace días para esto, pero el pisar Santiago es a la vez motivo de alegría y de pena. Alegría por culminar el camino, pena porque se acaba esta experiencia. Creo que fue Cervantes quien dijo algo así como que era más importante el camino que el objetivo en sí, en este caso no es del todo así, si bien sí es cierto que ahora mismo no quiero llegar, me volvería a Sahagún y empezaría de nuevo; volvería a conocer a Feliz, a Laude,a Julieta, a Gita, a Uli, Jesús y Yoli, Lola, a Pilar, gente que no conocía apenas hace dos semanas y que ahora forman parte de mi.

Es otra de las contradicciones del Camino, llegar a Santiago es el objetivo pero después de tanto andar no quiero conseguirlo.

Hoy no canto, ni descanso, ando sin mirar atrás, a mitad de camino paro en un bar a tomarme una coca-cola y un bocadillo de tortilla de jamón. Apenas estoy 20 minutos detenido, quiero llegar a Melide antes de las 3. Dejo la provincia de Lugo y entro en la Coruña. Ya ni me acuerdo del pie, ahora mismo me preocupa más la mochila, cargar todo el peso sobre un hombro es más complicado de lo que había pensado esta mañana y voy cambiando cada poco tiempo para hacerlo llevadero.

Son las 2 cuando entro en Melide, empiezo a ver mochilas, bicis, palos, en las puertas de las pulperias, todo el mundo ha tenido la misma idea que yo. Al final de una cuesta tuerzo a la derecha y me encuentro con una pulperia donde están cociendo los pulpos en un ventanal enorme en la puerta, como reclamo me parece buenísimo y me decido a entrar en este bar. Tiene dos estancias enormes llenas de mesas grandes y bancos corridos como los que vi en la feria de Sarria el jueves, la gente se sienta unos con otros.

Elijo una mesa que está vacía en una esquina detrás de 4 ó 5 mesas llenas con gente del grupo de las mochilas inmaculadas de Aquarius. Cuántos serán? No, yo solo. Un camarero que lleva un carrito con una cazuela enorme llena de pulpo y que se va desplazando por las mesas, saca uno, corta dos brazos sobre un plato, sal, aceite y pimentón. Él no lleva guantes como las pulperas de Sarria. Después, una señora se acerca a mi mesa con pan y un tazón de cerámica, tinto o blanco? fresquito por favor. He dejado mi palo a la puerta del bar, me he quitado el anorak, limpiado las manos y refrescado, me dispongo a disfrutar de un buen pulpo que es lo que llevo pensando desde que salí de Ligonde esta mañana.

Menos de una hora después, ya ando por la plaza mayor de Melide viendo la iglesia, y los edificio más representativos. Me cruzo con un alemán al que ya creo haber visto seguro en Molinaseca y en otros lugares. La salida es un bosque enorme, muy bonito. Sobre las 5 estoy cansado y me duele el pie. Paro a descansar y me quedo dormido debajo de un árbol, hoy ya no me cruzo con nadie, ni siquiera con ciclistas. Me he quedado sin batería en el ipod y no me apetece cantar. Me he propuesto llegar a Ribadiso que en mi plano es el primer pueblo que me marca con albergue.

Voy contando los kilómetros que tengo que hacer, entre Melide y Ribadiso hay cerca de 13 Kilómetros. Todo el camino desde hace unos 150 está señalizado por unos mojones que se suceden cada 500metros, hoy voy mirándolos todos e intentando calcular una media de la velocidad a la que voy. En esto ando cuando se me rompe la tira de la mochila que aún conservaba, le hago un nudo como puedo y sigo adelante.

A las 6y45 cuando ya estoy cansado de andar veo un bar, debe estar cerca Ribadiso. Entro y solo está la dueña y un señor que ve un partido de la selección de fútbol, le pido mi dosis de coca-cola con mucho hielo de todos los días. Queda mucho para Ribadiso? No chaval, ahí justo pasado el río tienes el albergue, lo que no sé es si habrá sitio porque por aquí han pasado muchos peregrinos hoy. Y un hostal o algo no hay? No, me dice, ya si no te tienes que ir a Arzua que está a unos 3 Kilómetros y medio. Suspiro, no tengo el cuerpo para andar más. Cada día que pasa mi cuerpo empieza a acusar más el cansancio del paso de los kilómetros y de las noches de maldormir en los albergues. Pienso en los peregrinos que empezaron en Roncesvalles que llevan más de un mes caminando y los admiro más si cabe. Veo un poco de partido, termino mi segunda coca-cola, me despido y echo a andar.

El río está a escasos 100 metros del bar, cruzo un pequeño puente romano y entro en albergue que está justo en el río, lo primero que ves a la derecha unos peregrinos descansan metiendo los pies en el agua fría. Al final hoy he hecho 34 kilómetros y me he quedado a sólo 40 de Santiago.

Me recibe el hospitalero, el albergue es municipal, le pregunto si hay cama, y me dice que sí muy sonriente, lo cual le agradezco enormemente. Se sucede el rito de todos los días, ya no son necesarias las palabras, enseño el dni, la credencial y el billete de 5€; la hospitalera, registra, sella, cobra y me enseña el barracón donde está mi cuarto y las duchas. Esta tarde es un cuarto con solo dos literas, cuando entro hay una que está ya ocupada por dos sacos así que me sitúo en la cama de abajo de la de enfrente.

Me ducho y me voy al bar que está al lado del albergue. Observo a todos los peregrinos, quién será la pareja que dormirá conmigo hoy. Estoy cansado, ya me ha dado las friegas de alcohol romero, me he puesto la vaselina, los calcetines, y calzo las sandalias con que descanso todos los días después de andar. Las sandalias son parte esencial del equipo del peregrino para descansar los pies. No tengo hambre y solo me pido un fanta de limón. Observo a los peregrinos que están cenando, solo conozco al italiano mayor que estaba ayer en el albergue de Ligonde. No tengo ganas de hablar con nadie, me ha afectado conocer a tanta gente para después despedirlos.

Mi duda ahora mismo es si hacer mañana los 40 kilómetros que me separan de Santiago o dividirlo en dos etapas. Decido finalmente que lo veré mañana sobre la marcha.

Pago y sobre las 9 entro en la habitación, están dos alemanes que he visto algunas veces en el camino, uno de ellos es inconfundible, debe sobrepasar los 2 metros de altura. Tiene unos 45 años y su compañero unos 25, siempre los he visto con una pareja de chicas, pero hoy ellas no están en el albergue.

Hablamos cerca de una hora, del camino, ellos han empezado en pamplona, comentan como todos lo cercana que es la gente y el poco tiempo que tardan en sincerarse. Me hablan de un libro de un cómico aléman que hizo el camino en el 2002 y que ha sido un éxito y que ha llevado a muchos alemanes a realizar el camino. Me hablan del Madrid, del Bayern, hablamos del mundial, de cómo los amigos se reunen en las casas para seguirlo y de cómo los hombres somos capaces de ver un honduras- Nigeria solo porque forma parte del campeonato.

Philipe y Cristhian que así se llaman, me dicen que el día siguiente quieren hacer unos 30 Km y llegar hasta Lavacolla donde hay dos hostales que la pequeña guía que llevan comenta que son cómodos. Me parece buena idea y me apunto el nombre del pueblo y de los dos hostales. Me preguntan si ronco y les digo que no, ahora que ya me he curado el resfriado que molestó a Uli en Cacabelos. Ellos quieren empezar a andar a las 7 de la mañana como muy tarde.

Se van a dormir y salgo al baño a limpiarme los dientes. La habitación de al lado está vacía, creo que es la de minusválidos. Me acerco a la hospitalera, puedo dormir en esa habitación?,sí espérate a las diez por si no ha venido nadie, aunque ya la hora que es no creo que venga nadie, muchas gracias.

Cuando vuelvo del baño, ya son las 10, entro en la habitación y mis compañeros aun no se han dormido. Me voy a la otra habitación que no hay nadie que yo mañana me levanto más tarde. Cojo el saco y una funda de almohada que me dieron en el albergue de Triacastela y que he guardado cada día.

Me meto en el saco, la habitación está caliente porque estaba puesto el calentador, lo agradezco porque el tiempo ha cambiado y hace frío. Ha sido una jornada larga, 34 Kilómetros el pie me ha dolido mucho por la mañana pero después cuando se ha calentado ha mejorado bastante. He pensado mucho y solo he hablado al final con los dos alemanes. Hecho de menos mis noches con Uli, las charlas con Benja o con Luke y Maryusa. Me acerco ya a Santiago y no me alegro, cuando llegue toda esta comunidad con la que he convivido estas dos semanas desaparecerá, de algunos no volveré a saber nunca más.

En esto andando pensando cuando el sueño me vence.

sábado, 5 de junio de 2010

Mercadoiro - Ligonde






Me levanto tarde. Ayer el día fue muy duro y he dormido 11 horas seguidas. Me ha levantado el despertador porque yo habría seguido en la cama. Al poner el pie en el suelo me acuerdo de mi incipiente tendinitis, al enfriarse durante la noche ha empeorado y me cuesta mucho andar. Me ducho rápidamente y empiezo con las operaciones de la mañana, friegas de alcohol de romero, vaselina, y compeed en la primera ampolla seria que me ha salido en el talón, después el calcetín, las botas y a la calle.

Cuando salgo voy al bar a devolver la llave de la habitación y allí tomándose un café me encuentro con los italianos de la tarde anterior que han hecho los 5 kilómetros largos que anduve yo ayer para terminar la jornada. Buongiorno! Me saluda el más hablador de ellos; es la imagen del italiano que tenemos todos, barba incipiente, melena plateada hacia atrás, sonrisa atrayente. A partir de ahí hablaremos en una mezcla de italiano, español e inglés sobre todo. Cuando termine el día me prometo aprender a hablar italiano este año.

Has dormido aquí? Sí, al final he cogido una habitación para mi solo, y ayer cené aquí que el menú estaba bien. Qué tal vosotros? Bien, bien, hoy el taxi nos ha devuelto a Morgade y desde allí hemos empezado.

Andiamo? Andiamo, y empezamos a andar los 5, un día más sin saber dónde pararemos. El grupo lo forman mi amigo Gianluigi, su mujer, Aldo y una amiga Biancha. Gianluigi y su mujer tienen alrededor de cincuenta y los otros dos un poco más. Estaré con ellos hasta las 4 cuando al llegar a Gonzar, Biancha que se incorporó al grupo ayer ya no pueda más, y se paren en el albergue.

El grupo se separa, delante Aldo que cuando se empinan las cuestas pone una marcheta que los demás no seguimos, detrás Gianluigi y yo, a distancia nos siguen las dos mujeres. Mi amigo y yo hablamos de todo, él me dice que en su juventud era anarquista, ha votado a Craxi, y ahora a Berlusconni, va explicando cada cambio de pensamiento. Es directivo de marketing de una empresa italiana de muebles, viaja mucho para comprar muebles en china, en españa, conoce Becara. Y tu? Yo soy más liberal que tu, más conservador, hablamos de política, de Felipe González, de Aznar.

Así estamos cuando llegamos al primer pueblo grande de la jornada de hoy, Portomarin, apenas 6 kilómetros después de haber empezado a andar. Vemos la presa en el Miño a la entrada del pueblo y las escaleras que llevan a al arco de entrada del pueblo. Lex explico que a principios de los 60, se hizo la presa y el pueblo entero fue cubierto por las aguas, las edificaciones más importantes se trasladaron piedra a piedra unos metros arribas donde se construyo el nuevo pueblo. Entramos en la iglesia románica donde nos sellan la credencial. A partir de los últimos 100 km, me han recomendado ir sellando dos veces al día, una en un punto intermedio y otra en el albergue al terminar de caminar.

A raíz del comentario de la presa, Gianluigi me pregunta por Franco y la dictadura, qué piensa la gente hoy en día, qué hizo mal, le hablo de la segunda república, de la guerra civil, de la dictadura, de la transición. Le explico que me gusta mucho la historia y que de esa parte de la historia de España he leído algo. Me acuerdo de mi querido José María Gironella y Los cipreses creen en Dios, y de José María Gil Robles, a quien mi hermano Jaime asesinó en un examen de historia en vez de referirse a Calvo Sotelo, y su gran libro No fue posible la paz. Intento explicarle que yo tengo una visión de los últimos 70 años de la vida de este país que esencialmente no coincide con la que tiene la otra mitad, que Franco hizo cosas buenas y que la guerra civil en cierto sentido fue inevitable. Me sigue preguntando cosas de España, volvemos a Felipe Gónzalez y a Aznar, y a Craxi y a los partidos regionalistas tanto en España como en Italia. Terminamos los bocadillos que nos hemos pedido y nos ponemos en marcha.

A partir de ahora la carretera se empina, y a Biancha le cuesta cada vez más andar. A la salida del pueblo, nos alcanza Giuseppe que se queda hablando con las mujeres mientras Aldo, Gianluigi y yo seguimos andando. Cada cierto tiempo, nos paramos a mirar para atrás para ver a las mujeres. En una de estas paradas, nos adelanta un grupo enorme, todos con camisetas blancas, bien peinados y con mochilas pequeñas de Aquarius, acaban de empezar, son un grupo de coca-cola que están haciendo los últimos 100km para conseguir la compostela. Llegan las mujeres, Biancha está muy cansada, viene Giuseppe con ellas que sigue andando y se despide de nosotros.

Gianluigi vuelve al tema de la política, me explica que cada uno es hijo de su tiempo, que sus inicios anarquistas se deben a la época en la que nace,a sus ganas de cambiar el tiempo, yo le digo que yo soy hijo de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. El se ríe, y me explica que ha trabajado en las empresas de Berlusconi, que es un hombre con suerte, que no es una persona inteligente pero que contrata a quien necesita. Me pregunta por Zapatero, y ahí ya no puedo ocultar mi desesperación, le digo que con independencia de lo que piense es que creo que no es un listo, y ahí para mi sorpresa hasta interviene Aldo que lleva callado toda la mañana para darme la razón y explicarme cómo se le ve desde Italia.

Seguimos andando, el ritmo de hoy es muy lento por las continuas paradas, nos detenmos a tomar una coca-cola solo 4 Kilómetros para esperar a las mujeres. El camino se ha ido empinando y el paisaje se llena de viñas como en el Biezo. Pienso que se parece mucho al de la Toscana, y apenas 15 minutos después lo dice la mujer de Gianluigi. Me preguntan a qué me dedico, qué hago, les hablo de los zapatos, del mercado inmobiliario, y me comentan que ellos se van a parar en Gonzar, que hay un albergue privado que parece estar bien. Les digo que yo quiero andar un poco más que hoy solo he hecho 14 kilómetros y aunque me tendón lo agradeciese, tengo que seguir si quiero estar en Santiago el lunes. Ellos no tienen prisa por llegar, no vuelven a Italia hasta el 7 de junio.

LLegamos a Gonzar y nos despedimos. Nos hacemos unas fotos y nos intercambiamos los correos. Cuando se ve en la foto con el pañuelo que ha estado usando toda la mañana para protegerse del sol dice que parece un terrorista de sendero luminoso, se despide como mi amigo el anarquista y yo le digo que se acuerde de mi como el fan de Reagan; nos reímos juntos, un abrazo y a continuar solo caminando.

Hoy el día es muy tranquilo son casi las 4 de la tarde , solo he caminado 14 kilómetros pero los he disfrutado mucho, la compañía de Gianluigi y su mujer es de las más gratificantes de todo el Camino.

No sé donde llegaré hoy, sigo andando paso por pueblos pequeños, al quedarme solo vuelvo al ipod a la canción de Elvis. De pronto una de las tiras de la mochila, que ya me había dicho la mujer de Gianluigi que estaba rompiéndose, termina de hacerlo. Lo que me faltaba, con la mochila colgando de una sola tira y el pie dolorido tengo que seguir andando. Cuando llegue al albergue intentaré arreglarlo. Tras andar una hora, veo unos bancos junto a una fuente y me tumbo a dormir la siesta durante media hora, cuando me levanto sigo sin ver a nadie, estoy solo como todas las tardes. En el planito que llevo me indica que en Eirexe hay un albergue así que decido que allí me paro, sin embargo cuando me falta solo un kilómetro, junto a la carretera, aislado, hay un albergue municipal nuevo. En la puerta la hospitalera me explica que ese pueblo es Ligonde, y que hoy en al albergue casi no hay nadie, una pareja de irlandeses y un italiano. Son casi las 6y30 de la tarde así que no creo que llegue nadie más.

No voy a poder hablar con nadie ni hacer nada en lo que resta de tarde salvo ir al bar que hay unos 300 metros más adelante, pero hoy estoy cansado y el pie cada vez me duele más así que decido quedarme allí.

Esta tarde pondré una lavadora para no tener que lavar hasta llegar a Santiago, me sentaré solo en la cocina del albergue a escribir el blog, y sobre las 10 y 30 me meteré en la cama.

Mientras escribo la hospitalera charlará un rato conmigo hasta las 10 que vengan a recogerla, ella es una empleada del ayuntamiento de Matarrosa pero hoy se ha hecho cargo del albergue porque Isabel la hospitalera ha tenido que ir a preparar las fiestas del pueblo que son mañana.

En la habitación de unas 12 literas solo estamos los 4, durmiendo cada uno en una esquina del cuarto. Ellos ya me han dicho antes de meterse en la cama, que se levantarán pronto, sobre las 6. El irlandés se ha interesado por el ordenador y me explica que el se había comprado un móvil con teclado para escribir un diario pequeño que siguiese su familia pero que el cargador del teléfono se ha roto y que no puede escribir desde Astorga. Empezaron en Francia, llevan 33 días andando y están más mayores de lo que pensaban. No cree que vuelvan a hacerlo. Ahora actualiza su estado en Twitter cada vez que tiene acceso a un ordenador para que su familia pueda saber cómo andan.

El día ha sido corto de kilometraje, apenas 22 kilómetros, lo que agradece mi pie derecho que cada vez está peor, he conocido a los italianos y al final me he encontrado un buen albergue donde me he duchado en un buen baño, he podido poner una lavadora, descansar y escribir. Un buen día. Sin embargo hace ya 4 días que me despedí de Uli, 4 días que en el Camino parecen meses y la sigo echando de menos. La confianza que tenía con ellas no la he vuelto a tener con ninguno de los peregrinos con los que he andado.

jueves, 3 de junio de 2010

Triacastela - Mercadeiro






El padre Luke se levanta a la hora en punto. Despacio, de uno en uno, va intentando levantar a todos los chicos, habla en voz baja para no molestar a los demás. Los hay que se levantan en seguida, otros se hacen los remolones pero todos a las 7 menos cinco estarán aseados, y con la mochila en la puerta para ir a coger el autobús.

Yo soy el último en bajar de la litera. Solo una semana antes, me estaba levantando en una pensión con Gita y Uli. 7 días, y me ha pasado de todo. Sin embargo me parece que llevo en el camino meses. Otra despedida, a todo se hace el cuerpo, y esta me cuesta menos que las de mis amigas, aunque he de admitir que no me es fácil decirles adiós a todos, cuando uno a uno se van marchando. Especialmente al padre Luke, y a Maryusa, la última en irse, me da un abrazo y dos besos. Me quedo de pie, junto a la puerta de abajo del albergue. Esa niña tiene algo, bondad, sonrisa.

Esta mañana al levantarme me he planteado irme con ellos, coger el autobús y saltarme una etapa pero al final me he dicho que no, este es mi camino el hecho de que ellos se vayan son circunstancias que me ayudan a conocer a más gente. Recuerdo las palabras de Uli "Das the caminou. People come and People go".

Me vuelvo al cuarto sin ganas de meterme en la cama, ordeno tranquilamente la mochila, me aseo y voy a la cocina donde algún peregrino ha dejado una bolsa de cruasanes que agradezco. Me como tres y echo a andar. Se me ha acabado la vaselina y las tiritas así que busco la farmacia donde mis amigos han cogido el autobús apenas 45 minutos antes. La verdad es que no estoy teniendo excesivos problemas con los pies. Cada día al final de la jornada me doy un masaje con alcohol de romero, después vaselina y tiritas en las zonas más rozadas. Por la mañana, la misma operación.

Hoy no sé dónde pararé, la primera opción es Sarria a unos 22 kilómetros. Hay dos caminos, por Samos que es un poco más largo y se ve el monasterio, como me comentó Felix el primer día en Sahagún, o por San Xil. No encuentro la opción de Samos y como voy distraido pensando en las despedidas prefiero seguir las fechas amarillas. Ya volveré otro año a ver el monasterio.

El camino se empina mucho a la salida de Triacastela, hasta San Xil apenas hay 6 kilómetros, pero son complicados sobre todo como inicio de etapa cuando aún estoy frío. El paisaje muy bonito, riachuelos, árboles por todas partes, grandes praderas, granjas con vacas. Hoy no llueve y llego pronto a la cima. Después ya todo es bajada hasta Calbor a unos 11 Kilómetros.

En una parada veo a lo lejos acercarse a un cuerpo menudo, pelo moreno alborotado, me suena su cara y la espero. Cuando llega a mi altura me saluda, hola, qué tal llevas el día madrileño? Es Josefa, la he visto ya en algunos albergues como el de Cacabelos y estuve hablando con ella y con sus compañeros de viaje Pacual y Carlos en Vega de Valcarce. Echamos a andar juntos.

Josefa debe rondar los 50 años, se divorció hace ya unos 15 y habla y no para de hablar de su hijo y de su nuera, a los que quiere mucho y con los que hace muchos planes. Es catalana, de Gerona creo.

Josefa empieza a hablar y no para hasta que lleguemos a Sarria sobre la una y cuarto de la tarde. Me cuenta sus experiencias del camino, todos los que ha hecho, el que más le gusta el de la ruta de la plata. Cómo es el primitivo, que este año ha empezado en Jaca, que a los pocos días conoció a Carlos que va con Pascual y que se han hecho amigos y van haciendo el camino. Se lleva mejor con Carlos, y pasa las tardes charlando con él. Me cuenta los grandes amigos que ha conocido en el camino, sobre todo un matrimonio danés. A ella la conoció en el camino de la ruta de la plata hace unos 3 ó 4 años, y ellos ya han venido a España dos veces a verla, y vuelven ahora en julio a la casa que tiene en la costa brava. Para cuándo tu visita a Dinamarca? No dejes de ir Jose, sí Álvaro, sí, pero hay que poner de acuerdo las vacaciones de mi hijo, mi nuera y las mías, un follón.

Pasado Calbor, Jose empieza a quejarse de los pies, son muchos días andando y tiene ampollas, nos paramos en un bar pasada Calbor a tomarnos una coca-cola y una palmera de chocolate. Seguimos tranquilamente, en unos 5 kilómetros estamos en Sarria.

Jose, así se llama ella misma, ha reservado habitaciones en un albergue privado para ella y sus amigos, seguramente también se una Vicentet, amigo de Carlos que empezó ayer el camino con ellos. El paisaje se llena de pinos enormes, en las ramas, colgando, una especie de nidos, como de larvas, no los he visto nunca. Jose me explica que son los nidos de una especie de gusanos que se comen los pinos. Me dan un poco de grima.

A un kilómetro de Sarria veo llegar a Giuseppe que empieza a cantarme el Vincero de Nessun dorma con el que me saluda cada vez que me ve, yo a gritos le saludo Puccini, Puccini! Los tres seguimos andando. Las conversaciones se complican, el inglés de Giuseppe no es muy bueno así que tardamos mucho en entendernos. Jose aligera el paso, le duelen mucho los pies y quiere llegar cuanto antes. Mi amigo italiano, de Napolés, me explica que en Sarria se le une un amigo que está viniendo ahora mismo de Italia en avión y que juntos seguirán hasta Finisterre. Después acabamos hablando del próximo mundial de fútbol, le gustan Xavi e Iniesta, como a todos le digo yo.

El camino en Sarria discurre por una calle muy empinada a la que se llega tras subir unos tramos de escaleras, cuesta un poco, pero al menos ya sabemos que hemos llegado. El napolitano se queda en un albergue con buena pinta y que en la puerta dice que tiene camas libres, nos despedimos hasta el día siguiente. Acompaño a Josefa hasta su albergue-hostal que está al final de la calle, casi a la salida del pueblo. Allí el dueño nos explica que hoy hay feria en el pueblo y que se puede comer pulpo muy bueno. A mi ya me ha convencido, pero Josefa dice que está cansada, que prefiere irse a la ducha y a esperar a sus amigos. Nos despedimos, le doy las gracias por la charla durante el camino y salgo del albergue.

La feria está apenas a 200 metros del albergue, al final del pueblo, en el inicio de la ruta señalada por las flechas amarillas. No es una feria como lo que entiendo yo, en un descampado, unas estructuras metálicas cubiertas por lonas protegen filas de bancos y mesas de madera, en el centro señoras mayores con grandes cacerolas cuecen los pulpos. Además hay algunos puestos que venden ropa, artículos de cosas, marroquinería, etc. Paseo entre los puestos y me paro enfrente de una señora que está sacando un pulpo para empezar a cortármelo. Se me queda mirando y me dice, quieres comer? Yo le digo que sí, y me dice pues siéntate aquí que te trataré bien.

Bajo los escalones hasta donde está su pulpería, un montón de gente sentada en los bancos, yo soy el único peregrino. Dejo mi palo apoyado en el muro de la puerta y me sitúo enfrente de ella con la mochila encima del banco. Me levanto para ver cómo lo hacen, sacan los pulpos de la cacerola, le quitan la cabeza, y cortan los brazos poniéndolos en platos que primero han bañado en el agua caliente de las cazuelas. Llevan guantes para no quemarse, después los aliñas, aceite, sal, picante. Y los van sirviendo, es un proceso casi industrial por la agilidad con que lo realizan. Hablo un poco con ellos que me explican cómo lo hacen mientras lo hacen.

Quieres comer? Sí, pues ahí que ahora te pongo un plato. Me siento, me sirven un buen trozo de pan, un vaso, una botella de vino y una de gaseosa. Al poco llega mi deseado plato de pulpo. Justo en ese momento aparece un peregrino catalán de unos 60 años con el que hablé en Cacabelos y al que dí la paz ayer en misa en Triacastela. Me pregunta si se puede sentar conmigo. Sí claro, cómo no. Se pide otro plato de pulpo.

Vamos comiendo y hablando, él empezó en roncesvalles hace 3 años y cada año ha ido haciendo un poquito, este año ya termina. Tiene mucho acento catalán y las pulperas gallego, a mi en el camino se me debe haber perdido, porque me preguntan que donde soy, digo que de Madrid y a nadie le extraña. Me habla de Barcelona y yo le digo que me encanta vivir en Madrid, no me entiende pero seguimos los dos comiendo pulpo. El se queda hoy aquí, ya ha pasado por el albergue y no le apetece seguir.

La feria tiene lugar todos los meses los días 6,20 y 27, da igual el día en que el que caiga. Eso nos dice una señora que está allí ayudando a las pulperas, tiene 80 años. Ya se ha jubilado, nos cuenta que en su casa eran once hermanos, que antes si había que comerse la cabeza del pulpo se la comían pero que ya no, que se tira, cuántas cabezas me habré comido yo. Tiene una hija, ella fue madre soltera y ha trabajado mucho para sacar a su hija que ahora le ha dado una nieta que es la alegría de su vida. Seguimos preguntando, la pulpera nos dice que los pulpos vienen congelados de Málaga, toma ya, digo yo, sí pero como lo hacemos aquí no los hace nadie me dice, los de málaga son mejores que los de Marruecos. Me cuenta la tradición del Botafumeiro, antes los peregrinos llegaban sin ducharse y con enfermedades a la catedral, y dormían allí, así que el Botafumeiro se usaba para desinfectar y disimular los malos olores.

Terminamos el pulpo, y yo repito, hay platos de 6€ y de 3€, así que me pido uno de 3, mi compañero no repite y se pide un café de puchero.

Al terminar pagamos, mi último dinero en billetes, espero encontrar un cajero en el camino. Nos despedimos de las pulperas y de la señora que nos dice que volvamos el año que viene, aunque a lo mejor ella no estará. Le digo que no diga cosas raras, que como venga yo el año que viene y ella no esté me enfado, me rie y me dice que lo intentará. Me despido del peregrino que se va dando un paseo por el pueblo. Son las 3y45 y me pongo en marcha aunque sin saber muy bien a donde.

El cielo está nublado, hoy no ha llovido. Me pongo a andar camino de Ferreiros, que en el planito, que me acompaña, es el único pueblo que dice que tiene albergue, está a 14 kilómetros. Como todas las tardes camino solo, el paisaje es el mismo al que estoy aconstumbrado desde que pasé Cebreiros, solo que esta jornada tiene muchas casas pequeñas que salpican el camino, con muchos pueblos pequeñísimos donde en algunos no hay bares ni nada. Entre los pueblos de Brea y Casal se encuentra el punto kilométrico 100. El que quiera conseguir la Compostela ha de andar cómo mínimo esos últimos 100.

Como voy solo y no me encuentro a nadie, decido que es momento de volver a cantar. Aunque he estado solo martes y miércoles no he sacado el ipod. Hoy me acompañan desde el principio Neil Diamond y Elvis Presley, un cd de canciones de Gospel muy apropiado para el camino. Descubro una que combina Gospel, country y rock&Roll, se llama Run on y la escucho varias veces seguidas. Voy bailando sin reparo y jugando con mi palo, de vez en cuando me paro en algún claro, y uso la cornisa para cantarle a un público formado exclusivamente por vacas y multitud de árboles. Para terminar vuelvo a la canción del camino, Alejandro Fernández y yo seguimos con nuestro idilio particular. Al doblar una esquina, sin darme cuenta, me encuentro una granja donde me doy de frente con un granjero y un árabe que trabaja para él que me están aplaudiendo y riéndose. Me quito los cascos, muy bien, muy bien, mi dice un señor de 70 años muy repeinado. Así se canta con alegría, pues claro, si no vengo con alegría me quedo en casa, claro, di que sí chaval. Gracias, gracias, hasta luego.

Me vuelvo a poner los cascos, al poco llego a Morgade, ya son las 6 y 10 de la tarde. Es el primer bar hostal que veo en 13 kilómetros. Me paro a ver si tiene camas, los pies me empiezan a doler y tengo un inicio de tendinitis en el pie derecho. Cuando entro hay un par de señoras inglesas, una de ellas lesionada y 4 italianos. Todos, los 6, de más de 50 años. La mayoría de los peregrinos que me estoy encontrando son mayores. Los más jóvenes vendrán en verano, con las vacaciones supongo.

La dueña del bar le habla despacio a la inglesa que está esperando a un taxi que les llevará a una casa rural a 5 kilómetros, después volverán a por los italianos. La inglesa no entiende nada y le voy traduciendo. El tiempo pasa, y el taxi no llega. Empiezan a ponerse nerviosas y vuelvo a intermediar entre la señora y la inglesa, conseguimos que la dueña llame a la casa rural a preguntar si vienen. Está enfadada por las peticiones de los extranjeros de usar su teléfono para hablar con la casa rural. Los móviles no tienen cobertura.

Desde que entré en Galicia, el carácter de la gente ha cambiado, no es maleducada pero son más distantes, no tan cálidos como los leoneses, hasta el italiano me lo comenta; ha notado el paso de una provincia a otra.

Pasa el tiempo, comienza a llover, y para las 6y45 llega el primer taxi. Ya les queda menos a los italianos para que los recojan. Cuando deja de llover me despido de los italianos, que me ofrecen que me vaya con ellos a la casa rural. Les digo que voy al albergue de Ferreiros.

Sigo andando solo, la lluvia ha dado paso a un sol luminoso que hace que la caída de la tarde sea muy bonita. Me adelantan unos ciclistas, a quienes supero después en un camino que asciende dentro de un río y donde ellos tienen problemas con las bicis. Llego a Ferreiros donde solo hay unas pocas casas, un bar y el albergue, en los últimos 50 kilómetros los pueblos son muy pequeños. Hablo con la hospitalera y no aceptan tarjeta.

Tengo que seguir adelante, me duelen los pies, ya son las 7 y 15 y el tendón hace que me arrastre en lugar de andar. Mercadeiro hay un albergue privado a unos 4,5km. No me lo pienso y arranco, en una hora y poco, llego a Mercadeiro, es un albergue restaurado, casi una casa rural. Tienen un restaurante muy bien decorado, dos habitaciones con 4 literas cada una y dos habitaciones individuales.

Estoy muy cansado, así que decido que hoy dormiré en una habitación individual. Me ducharé y bajaré a cenar solo. Me duele mucho el tendón. Cenaré rápido y a las diez me meteré en la cama hasta las 9 del día siguiente. No hablaré con los peregrinos que hay en el albergue, estoy dolorido y tengo que asumir tanta despedida. No sé si me apetece volver a conocer gente aunque por estar en los últimos 100 Kilómetros ya no podrán coger un autobús.

La jornada ha sido muy larga, 40 Kilómetros, me he despedido del grupo de americanos y me he encontrado con una charla con Josefa y el pulpo en Sarria. Cada día surgen infinidad de anécdotas, gente nueva, hoy además he empezado a tener mis primeros problemas físicos. Me quedo dormido enseguida.